El cielo, las estrellas y los judíos
Joan Miró Ametller
La contribución de la cultura hebrea a la astronomía no fue importante hasta que, ya circunscrita a la componente judía, se insirió en el contexto de otras culturas. Eso no quiere decir que los hebreos, en general, y los judíos no hiciesen observaciones astronómicas ni que no conocieran la astrología. Es obvio que permanentemente estuvieron en contacto con pueblos que no sólo la conocían sino que también la practicaban, pueblos y gentes con los que convivían y se relacionaban. Solo quiere decir que no ha quedado más constancia que unas referencias en el conjunto de textos sagrados, históricos, literarios y normativos que podemos llamar oficiales. Para contrariar la negación con la que empieza este escrito, yo mismo podría especular atrevidamente basándome en los textos citados, en las referencias que se encuentran en los libros de la Biblia, en lo que podemos suponer que pasó en Babilonia durante el exilio y, si acepto que los orígenes legendarios recogen tradiciones orales que tenían algún fundamento real ó como mínimo reflejaban una voluntad de conexión cultural, hasta se puede recordar que los antepasados de Abraham residían en Ur de Caldea, territorio donde la observación del cielo nocturno y las formulaciones astrológicas eran políticamente significativas.
La ausencia de referencias a los astros como mensajeros de las voluntades de los dioses o a su influencia sobre los destinos humanos en los textos bíblicos es fácilmente atribuible a las características de la religión judía y al carácter que se le quiso dar a la divinidad, única e ilimitada. No obstante, es probable, que en ámbitos populares las coses fueran diferentes, a pesar de que debieron ser sobretodo divinidades agrícolas, más terrestres que celestes, las preferidas. A pesar de esto, la no aceptación de la astrología en la religión oficial, simbolizada por la condena a les consultas a adivinos y brujas, podía salvarse si hacía una interpretación flexible de la comunicación entre la deidad y los humanos –como se hizo unos siglos más tarde– o simplemente se consideran los aspectos más materialistas de las observaciones de la astrología, que no requieren recurrir a influencias espirituales. Debemos remarcar, también, que inicialmente la astrología estaba reservada a temas de estado y se limitaba a las cuestiones que afectaban al monarca, identificado con el estado.
Fue en el tiempo de las influencias helenísticas, cuando hasta las clases altas adoptaron nombres griegos, cuando grupos de población judía que vivieron la dispersión del pueblo judío y la diáspora, donde encontramos astrólogos de religión judía, por ejemplo, en Alejandría. La existencia de astrólogos judíos aún es más importante cuando los árabes, con su expansión, contribuyeron a la creación y a la difusión de la cultura y a recuperar la cultura clásica. Y es precisamente en España como entidad geográfica donde la historia de las tres culturas confluye, donde se encuentran astrólogos judíos que defienden la corrección religiosa de la astrología o la critican, la practican al servicio del poder político y nos dejan escritos que dejan constancia de sus conocimientos. Son autores como Maimónides, Abraham ibn Ezra o Moisés Sefardí (Pedro Alfonso), que estuvo al servicio del rey de Aragón, Alfonso el Batallador, o Jacob ben David Bonjorn.
El origen gerundense de Jacob ben David Bonjorn es parte de la gloria del nuestro Call. Entonces también miraban el cielo para saber más de él.